La taza de café, humeaba un delicioso olor, Rebeca esperaba como cada tarde a Daniel, sentada en un banco, mirando hacia fuera, esperando que su impaciencia, no hiciera demorar por más tiempo a Daniel.
Mira el reloj, marca las seis de la tarde: - No tarda en llegar- se dice en sus adentros, mientras sorbe un poco de café y da vuelta al periódico. Su cabello rizado y negro, forma un pequeño chongo en su nuca, su piel blanca y tersa, la hace ver más joven de lo que realmente es, sus ojos cafés solo pueden ver a través de los lentes, su cuerpo delgado y delicado, tiembla al ver en el periódico una noticia espeluznante, su ceja, se levanta al escuchar el timbre de la entrada, esperando en sus adentros que fuera Daniel, poco a poco ella levanta la cabeza, y lo observa mientras entrar por la puerta principal del café en el que se encuentra.
-Pensé que no ibas a venir- dice Rebeca, mientras toma con una mano la taza de café y le da otro sorbo y Daniel se acerca a besar su frente.
-El trabajo, no cesa y no hay suplentes en el laboratorio- Explica Daniel mientras se quita el abrigo y llama a la mesera, -Un café negro por favor- Pide Daniel a la la mesera con toda naturalidad.
-¿No habías dejado el café?- Pregunta Rebeca, mientras toma con ambas manos el café, para darle otro sorbo.
-Si, pero esta noche haré la excepción, hace un frío de los mil demonios- Dice Daniel, mientras la ve fijamente.
Quisiera besar sus labios, como otras veces lo ha hecho, pero odia expresar sus sentimientos en publico, por lo que recorre con la mirada y poco a poco el cuerpo de su compañera buscando una distracción a los pensamientos del trabajo, su rostro se le hace perfecto y al mirar su cuello, una medalla llama su atención, sonríe de lado mientras recuerda la vez que se la obsequio; hacían dos años, de no verse, de regreso a México tras un largo y pesado viaje a Atlanta, Daniel llegó a la casa de Rebeca dándole la sorpresa, recordaba como antes de tocar el timbre de su casa, saco del bolsillo derecho de su gabardina, una cajita negra, dentro contenía, una medalla de oro y plata, con la imagen de la virgen de Guadalupe; la consiguió en un bazar, la mujer que lo atendió, era latina y lo convenció diciéndole que era un buen obsequio para su esposa, en eso recordó a Rebeca y no dudo en comprársela; pero ahora se encontraba ahí parado con el obsequio en la mano y la maleta en la otra, en eso, impulsado por una fuerza paranormal, toco el timbre y después de una espera que parecía eterna Rebeca salió, en ese momento, los ojos de Rebeca se llenaron de lagrimas de alegría y sin pensarlo dos veces, abrazo a Daniel que también impresionado, dejo caer la maleta.
En ese instante, la mesera llega con el café interrumpiendo los pensamientos de Daniel, el café cargado humeaba un delicioso y cálido sabor, tomo el azúcar y vertió poco a poco, el contenido en la taza, Rebeca, había levantado el periódico y seguía tomando café, Daniel disfrutaba tanto observarla, poco a poco se incorporo en sus pensamientos. Después de la bienvenida, Rebeca lo invito a pasar a su departamento a tomar una taza de café, el acepto y antes de tomar asiento, Daniel estiró la mano, dejando al descubierto el regalo, pronto lo tomo en sus manos Rebeca y con sumo cuidado, lo abrió, observo la cadena y le pidió a Daniel que se la colocara, él acepto y aprovecho para besarle el cuello.
- ¿Por cuanto tiempo te quedaras aquí en el laboratorio?- Finalmente pregunta Rebeca aturdiendo nuevamente los pensamientos de Daniel.
- No lo sé, todo depende de cuando, me aclare el jefe la solicitud de compra en Kansas- Responde, dándole un sorbo al café.
- ¡Mmm! Ya entiendo- contesta, ojeando el periódico, en eso lo deja y ve a Daniel a los ojos – Y ¿Cuándo esperas te de esa solicitud?-
- Mañana en la mañana- Toma la mano de Rebeca -¿Qué te parece, si aprovechamos esta noche y te invito a cenar a ese lugar al que tanto te gusta ir?-
-Me parece una excelente idea, solo espera a terminar el café y nos podremos marchar- Daniel asentó con la cabeza y mientras Rebeca, seguía hundida en las noticias del periódico ahora con una sonrisa en el rostro; el cuerpo fornido y alto de Daniel, temblaba al ver por la ventana a la gente caminando de un lugar a otro tratando de resguardarse del frío, dentro de sus casas; miro una joven pareja abrasándose, tratando de controlar el frío de ambos, ella parecía estar embarazada, mientras que él, parecía querer contener el frío de ambos, sus facciones daban a entender que era un niño de familia acaudalaba y mientras Daniel los observaba se preguntaba si sería bueno comenzar a pensar en una familia. Finalmente, Rebeca se dio cuenta de su desvió mental y pregunto con voz tierna mientras le tomaba de la mano:
–Pienso en nuestro mañana amor, en nuestro mañana...
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